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EN ESPAÑOL: Apología hacia las Islas Encantadas


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Desde las nubes celestiales, es posible contemplar cómo su solemne belleza, es abrazada por el vasto Pacífico. En efecto, Madre Tierra se deja ver parte de su honorable corpus, materializado en forma de un digno archipiélago, cuya presentación se da en un panorama de diversos folios naturales. Desde un desierto árido donde sorprende el brote de vida, a la playa cuya arena fina y blanca talco de bebé suaviza cada paso a dar, hasta aguas translúcidas que impresionan el mirar por su pura transparencia, yuxtapuesto a prados y bosques de un verde que irradia esperanza, decorada de una flora inigualable y plantas juveniles junto a árboles seniles arropados de un liquen esponjoso, habitada por seres dóciles, nativos, endémicos y emblemáticos, quienes viven majestuosamente en su hogar: las aves vuelan por los altos cielos y aterrizan en frente, los lobos marinos se acuestan donde quieran durmiendo relajados, las iguanas marinas se asolean honorablemente bajo su techo celeste, los peces cumplen su cotidianeidad nadando por sus aguas salobres y las tortugas imparables abren su paso para avanzar en su mundo. Del concepto de Galápagos nace una amalgama de emociones, una humilde gratitud por obsequiarnos de cuan mágico ambiente.

Más sin embargo, también ha de nacer un sentido de culpa, una culpa catalizada por el accionar que ha depravado la vida habitante en este, pues, la realidad bofetea y la historia es trágica. En el ayer, balleneros exterminaron la población de tortugas como fuente de alimento, cuyas consecuencias ramifican hasta hoy con la extinción de cuatro de sus especies. El nombre de Jorge retumba en la conciencia colectiva. Además, en el pasado, colonizadores introdujeron una gama amplia de plaga de plantas y animales invasivos, que en el hoy se transcriben como la muerte innecesaria de petreles por espinas puntiagudas y letales de moras o la incapacidad de tortugas bebés de ver el amanecer sin ser devorados por felinos.

El humano ha sembrado la semilla del error en el suelo de la isla, y en el presente, lo cultiva indirectamente con su diario accionar: senderos manchados por colillas innumerables, vidrios rotos contaminando el paisaje y cartones arrojados en las esquinas casi imperceptibles. Pero el año 2018 habría identificado el más dañino y perjudicial enemigo de la naturaleza: el plástico, el mismo que actualmente obstaculiza la sustentación del ecosistema, que se emplea día a día, que se arroja indiferentemente en cada momento y repercute a todos por uno, siendo una deuda moral entablada con la Tierra, cuya mejor manera de disculparse es con un micro-accionar que pueda resultar en macro-soluciones. Un cambio de actitud ya no solo en forma del común “reciclar” o “reusar”, sino también de “reducir” y “rechazar”; de esta manera, contribuir con un grano de arena para el bien de las Islas Encantadas, de brotar un sentido cometido de proteger la vida que habita en ella, de simbolizar el verdadero concepto de coexistencia, de actuar por que las consiguientes primaveras iluminen más a Galápagos.

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